

A veces siento que no estoy viva. Siento que vivo en un sueño sin término. Sin salida.
Hoy me sentí la mujer mas perfecta, haciendo lo que me gusta, haciendolo perfecto. Sonrío porque es una costumbre que uso cuando bailo.
Me detuve a pensar en como mi vida ha cambiado en todos estos años. Cómo crecí y como he desarrollado todo lo que me he propuesto.
Pero siempre me falta algo. Siempre nos falta algo. A mi me falta acostumbrarme a que mi soledad es mi mejor amiga.
A veces olvido que está junto a mi, esperando ser llamada. A veces no la llamo y viene sola.
A veces está ahi, porque no tiene a donde ir.
No entiendo cómo ni cuándo empezó todo esto. Cuando dejó de importarme lo que ellas hacían.
Cuando me dejó de importar si estaban bien o si estaban mal. Creo que cuando sentí el dolor de las puñaladas, es que me di cuenta que estaba muerta en mi propia sangre.
Creo que ahí recien abri los ojos y miré como ellas se mantenian cerca a mi, observándome desangrarme y no haciendo nada.
Entonces pensé que lo mejor era cerrar mis ojos e irme. Pero no fue así. No me fui.
Cuando recibí las puñaladas, solo me quedé ahi. Ellas se mantuvieron a mi lado, más no me ayudaron.
Entonces creo que allí me di cuenta. Me dí cuenta que no les importé jamás.
Y ellas dejaron de ser importantes para mi.
No imaginé nunca que eso pasaría. Siempre sonreí para ellas. Siempre bailé esperando verlas en primera fila. Eso nunca pasó.
Pero las huellas de ese ataque permanecen aún en mí. Quiero sacarmelas. Quiero curarme las heridas. Y que haya paz en mi alma.
Ya llegaron.
Ahora me siento quieta con la esperanza de que no me vean.
Con la esperanza que no me ataquen de nuevo. Pero es algo que no podrá pasar.
Las lágrimas que brotan ahora de mis ojos, no tienen término. No las puedo controlar.
Siento que me desvanezco. Busco en mi pasado otro recuerdo que me haga pensar que las cosas podrán ser mejores. Que las lágrimas se vayan.
Que las lágrimas se vayan. Que regrese la fría sonrisa. La acostumbrada felicidad imperante.
No puedo, y tengo miedo. Esta vez sé que cerraré los ojos...
Y no podré ni decir adiós.
Ni podré soñar de nuevo, sentirme sola o triste. No sentiré nada. Ni las lágrimas. Ni las risas. Ni el llanto.
Ni el dolor. Ni los puñales.
Ni el amor.
Ni el deseo.
Y del sueño aquél. De eso ya no me queda nada.